Presuntos implicados

Saludos amigos

Vosotros estáis interesados en lo desconocido, en lo misterioso, en lo inexplicable y estáis aquí para esto. Hoy, por primera y única vez os contaremos la verdadera historia de lo ocurrido. La conoceréis basada sólo en el testimonio de las almas miserables que sobrevivieron esta terrible experiencia. Amigos, no podemos mantener esto como un secreto, ya no más: ¿pueden vuestros corazones soportar la verdad de la historia?

Dicen que dicen que a Borges le gustaba el cine y mucho, podemos presumir que su ceguera lo hizo extrañarlo. ¿Qué hacer con la nostalgia de haber visto y el dolor de ya no ver películas? Dar el salto de tiburón y escribirlas, involucrarse directamente en la producción cinematográfica. Mucho se conoce el ménage à trois Borges-Bioy-Santiago que fructificó en la, de culto, Invasión de 1969, pero ya antes los dos primeros, a quienes imaginaremos caminando a dieciséis cuadros por segundo las infinitas calles porteñas, tomados del brazo, un poco Bouvard y Pécuchet, casi Laurel y Hardy, intentaron fabricarle sueños al público argentino con dos guiones de su autoría compartida: Los orilleros y El paraíso de los creyentes. De ellos sabemos que por librescos -y nada importaron los argumentos platónicos de Borges como eso de que el compadrito aspira a la finura y que por eso su lenguaje- fueron rebotando de estudio en estudio hasta recibir el tratamiento que según los empresarios del showbusiness nacional merecían: su publicación en formato libro. Lo que pocos conocen es que antes de este destino palabreado para algo que claramente debería acabar siendo motion pictures, Borges, empacado como una mula, mandó un telegrama de SOS a New York.

La confianza desaforada de Borges en sus guiones lo llevó a mandárselo en olímpicas sesiones de telégrafo a su penfriend Waldo Frank, quien (dicen los que conocieron la historia de primera fuente, como Maggie Sue Clayton, empleada de correos y telecomunicaciones) aprovechando que llevara diez horas en la oficina de correos metió todas las tarjetitas en un sobre de papel madera con una esquela que contenía, a saber, las breves explicaciones del caso y las disculpas de rigor, y lo envió con franqueado simple a HOLLYWOOD, California, a Edward D. Wood Jr. a sabiendas de que nada podría proliferar de esa conexión Palermo-Hollywood. Pero no fue ese el final de la historia: Borges y Wood entablaron una fluída, acalorada y prolífica relación epistolar (Dejo para otro post los pormenores de cómo tuve acceso a esa celosamente guardada correspondencia, porque esta es la historia de unos guiones, unas cartas y una colaboración, no la historia de L’enfant contra los Kodamitas).

Borges asistió a Wood en la escritura de Glen or Glenda de 1953 porque se le representó como una variación de Jeckyll y Hyde. (Burton, ha distorsionado peligrosamente el proceso creativo de Wood en aras del humor: el lugar común de las quickies de Wood es más mitográfico que biográfico). Desde la sombra de una higuera en Triste-le-roy Borges alentó a Wood para que corrija los errores de Victor Fleming, quien para el argentino, por tercera vez había difamado a Robert Louis Stevenson en Hollywood (los interesados pueden consultar el texto final de Discusión de 1932). Bástenos una breve cita: Victor Fleming elude todo asombro y todo misterio: en las escenas iniciales del filme, Spencer Tracy apura sin miedo el versátil brebaje y se transforma en Spencer Tracy con distinta peluca y rasgos negroides. La solución narrativa de Wood es de claro influjo borgesiano. Un escándalo le hubiera granjeado a Wood un holgado tour europeo de exilio, su primer largometraje le dejó la sorna de los críticos, cuando no la indiferencia. Alguna vez María Teresa Gramuglio dijo de El Aleph que era el libro del futuro, y que sus contemporáneos no lo supieron leer, parejo albur corrió Glen or Glenda, no así su deudora Dr. Jeckyll & Sister Hyde (1971) de Roy Ward Baker, el mundo ya estaba preparado para ella (pero esa es harina de otro costal).

Pero, ¿qué habrá pasado con los guiones de Borges en manos de "el peor director de la historia del cine"? Sabemos que Wood siempre tuvo problemas financieros a la hora de rodar. En sus cartas, nos quedan algunos esbozos de lo que ya se gestaba como Borders (aka Los orilleros). Interesadísimo en el proyecto, Wood escribía: Tengo una estampida de bisontes que pienso montar en transparencia para la escena del duelo de compadritos [en castellano en el original], relámpagos y truenos y centellas… y el broche final, la imagen del demiurgo, Bela Lugosi, puede imaginarlo Jorge Luis, pull the strings, pull the strings, como en ese poema suyo que cierra qué dios detrás de dios la trama empieza [la traducción es mía]. Es este el relato de esas obras que no fueron, tal vez porque no podían ser, como el Quijote de Menard, como el Parménides de Perinola, como el Requiem de Mozart, pero que siguen dándonos la materia de que están hechos los sueños.




6 habas:

La Cacho Dietrich dijo...

Dicen que dijeron que dirán que este post va a arrastrar!!!!
brindo por la excelente investigación cinéfila, por el maní y la cerveza negra y a matear con Es Wood!!!

Anónimo dijo...

divertido, fino.
eddie-georgie, centauro tauromáquico 4x4, joya nunca tacho.
una lástima que esa sociedad nos haya negado más éxitos taquilleros del futuro.

PD: yo le banco 'ed wood' a burton (lo único), ese perpetrador de films emos para emos.

Anónimo dijo...

Pobre Wood, fue mas exitosa su hermana Holy...cuack

Anónimo dijo...

Compro todo como verídico, como no tengo idea de ninguno...pero el ultimo video, es joda....no puede ser cierto...........
Es mas friki que el video de Las Tetitas de Wendy Sulca!! jaja (chiste solo para entendidos)

Unknown dijo...

Estimado Messi, todo (o casi todo) en este post es verídico. En unos días subo links por si alguien se le anima a la opera prima de Edward D. Wood Jr.

Anónimo dijo...

Y Borges/Armando Bo?
había que ver lo que salía de ahí...
Que bizarro el trailer